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La verdad, no está mal que se genere contenido con IA, el problema es que, en la obsesión por ser más rápidos y producir más, algunas marcas han caído en la trampa de dejar que la IA haga todo el trabajo.

Si alguna vez ha recibido un correo y, con solo leer la primera línea, supo que fue generado por inteligencia artificial, probablemente sintió que hablaba con una máquina y no con una persona o una marca. La conexión emocional se rompió en ese instante. Pasa lo mismo con los mensajes que enviamos sin editar y están saturados de emojis, líneas separadoras y negritas automáticas que parecen insertadas sin criterio: no refuerzan el mensaje, lo diluyen. De ahí viene el tan común “esto se nota que lo hizo con ChatGPT”. Se han visto casos en los que ni se han borrado los comentarios del chat en los que se nos dice “si quieres puedo proponerte una nueva redacción”.
Recibir correos así da pena ajena, pero da más pena si somos quienes lo enviamos a nivel personal o, peor aún, a nivel empresarial.
La verdad, no está mal que se genere contenido con IA, el problema es que, en la obsesión por ser más rápidos y producir más, algunas marcas han caído en la trampa de dejar que la IA haga todo el trabajo, se note y pierda el toque “humano” y su autenticidad; entonces lo que se gana en eficiencia se pierde en empatía. El post puede estar perfectamente escrito y optimizado para buscadores, pero si no se siente auténtico, no conecta. Y, al final, las marcas viven de eso: de generar conexión.
En comunicación, cada palabra, formato y énfasis deben ser intencionales; entonces, la herramienta es tan buena como el criterio de quien la maneja. Un software puede producir correos, pero no sabe que un silencio incómodo en una entrevista puede ser más revelador que mil palabras. No siempre interpreta la ironía en un comentario ni comprende las sutilezas culturales que hacen que un mensaje sea bien recibido en un país y malinterpretado en otro.
La IA, la automatización y el big data son aliados extraordinarios. Nos dan alcance, velocidad y capacidad de análisis que hace una década parecían ciencia ficción. Pero el verdadero valor está en cómo los usamos a nuestro favor, para conectar y acercarnos a nuestras audiencias, no para alejarnos de ellas.
Por eso, es crítico hablar de la humanización de la comunicación. En un mundo hiperconectado, lo que nos diferencia es nuestra capacidad de empatizar, decidir con criterio y actuar con propósito.
Como señaló el Financial Times, aunque la IA puede detectar emociones y acelerar respuestas, quienes realmente generan confianza —especialmente en momentos difíciles— siguen siendo los humanos.
En la práctica, trabajar con IA debe pensarse como una alianza donde cada parte potencia sus fortalezas. Los seres humanos interpretamos contexto, emociones y consecuencias; entrenamos a la IA para interpretar, acelerar, organizar grandes volúmenes de información, ejecutar tareas y mucho más. Un buen sistema de comunicación corporativa integra ambas capacidades y lo hace con reglas claras, ética y supervisión constante.
Los resultados de usar IA en comunicación pueden generar impactos nunca vistos en productividad y posicionamiento de las marcas, pero, además de dominar herramientas, se necesita visión estratégica, criterio formado y la capacidad de interpretar la realidad más allá de los datos, porque el corazón de una marca sigue y seguirá dependiendo de las personas.

Fuente: La Prensa Gráfica
Autora: Karla Rivas
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